A mi querida y preciosa hija:
Estoy escribiéndote una carta, sí. Al estilo antiguo.
Es realmente un arte que había olvidado.
Tengo una confesión que hacerte:
no me gustabas mucho al principio. Eras esa pequeña cosa molesta. Olías bien la mayor parte del tiempo, pero no parecías tener demasiado interés en mí, lo que naturalmente consideraba vagamente ofensivo. Erais tan sólo tu mamá y tú contra el mundo, es gracioso como algunas cosas nunca cambian.
Así que huí hacia delante, hice mis cosas, me comporté como un estúpido sin entender realmente cuánto te cambia ser padre.
No recuerdo el momento exacto en que todo cambió. Solo sé que sucedió.
En un momento yo era impenetrable, nada podía tocarme. Un instante después sentía que mi corazón latía fuera de mi pecho, a merced de los elementos.
Amarte ha sido la más profunda, intensa y dolorosa experiencia de mi vida. De hecho, ha sido casi demasiado como para soportarlo. Como padre tuyo, juré protegerte del mundo y nunca me di cuenta de que sería yo el que al final te haría más daño.
Cuando imagino el futuro, se me parte el corazón. Sobretodo porque no logro imaginarte hablando de mí con orgullo.
¿Y cómo podrías? Tu padre es un niño encerrado en el cuerpo de un adulto. Preocupándose por nada y todo a la vez. Que hace cosas débiles conscientemente.
Algo debe cambiar, algo debe ocurrir.
Pero ahora.. está oscureciendo, y está demasiado oscuro como para verlo.
Siempre te querré, hija mía.